Segunda y última parte de esta interesantísima investigación.
Nuestro agradecimiento a los autores por habernos permitido su publicación en nuestro sitio web.
“Sr. Don Domingo:
Para gran favor, guárdele esta carta a mi marido cuando el venga de Parish (…). Tantos meses y todavía no he recibido una carta de mi marido (…). Cerca de 8 meses y yo estoy esperando para ver mis nenas (…) Los doctores no me dejan escribir a Dionisio para saber de lo que él sufre, yo sufro mucho dolor, porque a mí me asustan mucho los doctores aquí, a mi me dicen que las nenas y mi marido están muertos (...). Diga a mi esposo que lleve esta carta que la lea el Dr. Pintos, a mi me hacen sufrir mucho con esto (…) Guarde la carta en inglés para Dionisio. Ya como es tan gran amigo de mi marido, venga ya, Sr. Domingo, con mi esposo a buscarme. Muchos recuerdos para su señora y sus chicas y familia.
Sarah Kearney Keena de Banks”
“…En el día de la fecha, 16 de agosto de 1922, comparece ante S.S. el Jefe de Correo de la Estación Parish, Don Domingo Giovanetti, de nacionalidad italiano, empleado, de cincuenta y dos años de edad, con domicilio en Parish, quien previo juramento que prestó en legal forma, dijo que el objeto de su comparecencia ante S.S. es al sólo efecto de hacer entrega de dos cartas dirigidas al deponente en el sobre que adjunta, una escrita en inglés con tinta, y otra en castellano con lápiz, esta última firmada por Sarah Kearney de Banks, y que hace entrega por si puede aportar alguna luz en la investigación que practica el juzgado en el proceso seguido a Mateo Banks, con lo que se dio por terminado el acto, firmando el compareciente la presente, como así las dos cartas y sobre ante mí, doy fe, previa lectura y certificación…
M. Illescas.”
Dionisio Banks había nacido en Chascomús en 1869. Segundo hijo de irlandeses y primer varón, llegó a Azul junto a su familia en 1897, al comprar Mathew, su padre, una fracción de campo bautizada como “El Trébol”, por los pagos de Parish, en el partido de Azul. La prosperidad hizo que también la familia pueda arrendar, y luego adquirir, la estancia contigua bautizada como “La Buena Suerte”. En 1907 Dionisio desposó a Sarah Kearney Keena, prima segunda de la familia, con quien fue padre de tres niñas: Cecilia (1908), Sarita (1910) y Anita (1917). Todo era felicidad para el joven matrimonio, disfrutando de la crianza de sus hijas en la tranquila vida rural azuleña. Sin embargo, poco después del nacimiento de Anita, Sarah debió ser internada en el Hospital Nacional de Alienados “Alejandro Korn” de la localidad de Melchor Romero, por reiterados episodios violentos, alucinaciones y divagues, que ponían en riesgo la seguridad de la familia.
La sociedad de los hermanos Banks, quienes quedaron al frente de los campos tras la muerte de Mathew en 1909, era próspera a pesar de sus riñas internas. Sin embargo, escondían bajo siete llaves un secreto crucial en esta historia. Mateo Banks, llevaba adelante una vida social y económica que en verdad no podía sustentar, ya que se encontraba en bancarrota. Y para colmo de males, tras varias advertencias, sus hermanos finalmente lo desplazaron de la sociedad.
Era la mañana del martes 18 de abril de 1922 cuando en “La Buena Suerte” y “El Trébol” se produjo un fallido envenenamiento. Estricnina en la comida fue lo que Mateo planeó para aniquilar a sus familiares y de esa forma heredarlos, para terminar con sus deudas y poder continuar con sus lujos y ostentaciones. Pero equivocó la dosis por exceso, dejando en evidencia el amargo gusto de la pócima en el puchero. Entonces no encontró otra salida que convertirse en el despiadado verdugo de su familia, sacudiendo la sobriedad de la sociedad azuleña.
“La Buena Suerte” fue el primer escenario
Al sospechar Dionisio de que algo extraño había ocurrido con el puchero del almuerzo, increpó a Mateo culpándolo del incidente, lo que los llevó a discutir de manera acalorada en la habitación de éste último. Dionisio, indignado por el cinismo de su hermano, pegó media vuelta para dar por terminada la discusión. Al mismo tiempo Mateo hizo algunos pasos y de atrás del ropero sacó su rifle Winchester con el que le disparó por la espalda. Dionisio se desplomó malherido contra la puerta. Mateo se acercó con parsimonia y, álgidamente, lo ejecutó.
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Una gélida mañana de agosto de 1922, desde su dormitorio en el hospital psiquiátrico conocido popularmente como ”Melchor Romero”, Sarah Kearney Keena de Banks escribía en inglés y con letra presurosa, una carta que jamás llegaría a su destinatario, su esposo Dionisio: “Querido Denis: Sólo algunas palabras esperando que estés bien, mientras yo estoy aquí, deseando recibir una carta tuya, o ver tu rostro viniendo por mí, mientras yo estoy aquí desde hace tanto sin recibir una palabra de noticias tuyas, teniéndote dependiendo de gente de afuera. Deberías venir y hablar conmigo vos mismo, y así yo no escucharía tantas mentiras de todos ellos aquí, diciéndome que todos ustedes están muertos. Los doctores entraron y me dijeron que todos ustedes están muertos. Nunca dependas de nadie, simplemente vení y mirame vos mismo y decime como están las nenas y vos…”
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Al ver caer muerto a su padre Dionisio, Sarita, de 12 años, que se encontraba en la cocina, lanzó un grito desgarrador y trató de escapar. Su tío Mateo la alcanzó en el patio, golpeándola con la culata del arma, dejándola semiinconsciente. Quizá para no ver el horror de su obra, Mateo arrojó a la pequeña en el aljibe. Con la misma frialdad disparó a ciegas dos veces hacia el fondo, dando los tiros sobre la espalda de la criatura. Unos gemidos y luego silencio marcaron el final de la vida de la niña.
Unas horas más tarde, el peón Juan Gaitán regresó a “La Buena Suerte”. Sin mediar palabra, mientras éste desensillaba el caballo, Mateo lo asesinó de un disparo, dejando su cuerpo tirado al costado del galpón.
Banks se subió al sulky y se encaminó rumbo a “El Trébol”, donde encontró al peón Claudio Loiza, a quien convenció por engaños para que lo acompañe a “La Buena Suerte”. A mitad de camino, lo hizo bajar pidiéndole que levante el rebenque que se había caído algunos metros atrás. Cuando Loiza estuvo desprevenido, le gatilló dos veces en medio de un maizal.
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“… Mis pobres nenas, no las dejaría ni por todo el mundo ni por estar aquí, por Miguel Banks, quien vos sabés que no es bueno haciendo nada por nadie más que por él mismo. Miguel no tiene hijos, el debería encerrar a su propia esposa, no a mi, que me llevaron lejos sin yo saber nada al respecto, tan mal. Sarita, una bebé tan cercana a mi, teniéndome sufriendo tanto dolor por Miguel en la vejiga, en la cabeza y otros dolores. Yo te voy a avisar cuando vuelva a casa. Todo hecho a tus espaldas cuando vos no podías hablar conmigo. Vos sos tan cercano a mi, vos, querido esposo, que no te gustaría que yo tuviese más hijos por miedo de que yo sufra dolor, pero esos doctores no son como el Doctor Pintos, ellos me dan dolor para curar a Miguel, que va en contra de Dios… hacerme esto a mi… ”
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Miguel Banks (1871), había contraído matrimonio con la irlandesa Julia Dillon, con quien habitaba “El Trébol”. Junto a ellos también vivía María Ana (1868), la hermana mayor y soltera de los Banks, quien ayudaba en los quehaceres de la casa, ya que Miguel llevaba un tiempo en cama, debido al agravamiento de la enfermedad terminal que desde hacía tiempo lo aquejaba. Asimismo, solían cuidar a sus sobrinas, Cecilia, Sarita y Anita, y a María Ercilia Gaitán, de 6 años, que era la hija del peón Juan Gaitán.
Mateo llegó al casco de “El Trébol” al atardecer, afable y sereno, como si nada hubiese sucedido. Sus próximas e indefensas víctimas, amablemente, lo invitaron a cenar, pero se negó aduciendo estar descompuesto.
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“… Si yo no estoy aquí adentro por mí misma, vos deberías arreglártelas para entrar y verme, que es la razón por la que ellos me han hecho todo esto, provocarme dolor por Miguel, lejos, pensando que ellos pueden curarlo así, dándome dolor como un animal, yo no soy un animal para sufrir todo esto lejos de ti. No importan Miguel o Tommy, no los han hecho pasar dolor o llanto por los niños, mientras mi pobre madre decía que solamente me tendría que preocupar por mí misma. He hecho lo mejor que he podido con Dios y aún así fui llevada lejos para sufrir, y estoy tan mal lejos de casa o en cualquier lugar. Decile a las nenas toda la verdad. Un caballero aquí me dijo que estoy acá adentro por Miguel (…) Caballeros jóvenes en maquinas me dijeron que te escriba…”
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Alrededor de las once de la noche todos dormían en "El Trébol", excepto Mateo. Rapaz, se deslizó al patio y golpeó la ventana cerrada de María Ana. En susurros, para no despertar a los demás, Mateo le dijo a su hermana que Dionisio estaba muy mal y que debían ir a "La Buena Suerte" para asistirlo. María Ana se vistió confiando en sus palabras y, preocupada por la salud de hermano, subió al sulky, que una vez más retomó el camino entre ambos campos. A poco menos de media legua, Mateo frenó el caballo, levantó el rifle que llevaba a sus pies y disparó sin piedad contra María Ana. Pateó el cadáver, que quedó tirado en el camino, y emprendió el regreso a "El Trébol".
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“… No les digas a los doctores de aquí que te escribí, simplemente vení a buscarme con el joven Dr. Pintos y decí alguna buena mentira, como que las nenas están enfermas, sino ellos me mantendrán aquí mucho tiempo sufriendo dolor por Miguel. Toda las personas aquí tienen a sus esposos que vienen aquí, no hay casas aquí., aquí es todo por dinero. Miguel está pagando un seguro de vida por dinero. Es mejor no tenerlo a él en ninguna casa verdadera, la primera casa fue toda por dinero también. (...). Esos hombres tienen el corazón como una piedra, como Tommy con máquinas, a él no le importa porque él no tiene que sufrir porque está en otra casa, no le digas que yo te dije todo esto, ni que ellos le quieren quitar el dinero a Miguel, el es un tonto, déjalo solo y todo lo que Miguel ha dicho acerca de cada uno, solamente preocúpate por vos mismo y por las nenas, mientras nosotros tengamos nuestro dinero para las nenas…”
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La escena final fue en “El Trébol”
Mateo Banks llamó a la puerta de la habitación de Miguel y Julia. Cuando ella lo atendió, le dijo que no se sentía bien y le pidió un té. Julia se levantó para asistir a su cuñado, pero él se le anticipó y le disparó en el pecho por sorpresa en el corredor de la casa.
Al oír la detonación Miguel intentó levantarse, pero desde la puerta Mateo le efectuó un disparo hiriéndolo en el abdomen. Los gritos de Cecilia, que se había asomado a la galería al oír la balacera, distrajeron al asesino por unos segundos, pero se volvió hacia su hermano y le gatilló una vez más, rematándolo.
Inocentemente, en vez de buscar amparo, Cecilia se apresuró a socorrer a su tía Julia que agonizaba en el suelo. Esa fue su última acción. Desde el vano de la puerta su tío la baleó en el brazo y el pecho, matándola en el acto.
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“… Buenos deseos y plegarias, son buenos, no como esto. Los curas y las monjas dicen muchas mentiras (…) Querido Denis, vos me creerás cuando hable con vos todo, Mary Ellen te enviará esto a vos o su esposo. Pobre Mary Ellen, me trajo muchas cosas, debo pagarle a ella cuando vengas, aquí no tengo mi vestido nuevo ni mi blusa para usar, me podrías comprar una cuando vengas? Tengo una de seda vieja, toda desgarrada...”
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La despiadada matanza había comenzado en “La Buena Suerte” a la una y cuarto de la tarde del martes 18 de abril de 1922. Terminó quince horas más tarde cuando en “El Trébol” se oyó el último disparo que acabó con la vida de la octava víctima, una niña de catorce años. Mateo Banks fue bautizado por la opinión pública como “la Bestia de Parish” tras asesinar a sangre fría a ocho personas, entre ellos seis familiares. Sólo dos niñas sobrevivieron. La hija del peón Ercilia Gaitán y Anita Banks. La primera se salvó para convertirse en la coartada de Mateo, ya que intentó culpar a los peones de los crímenes y por lo tanto no era coherente que Juan Gaitán asesine a su propia hijita. La segunda, Anita, sobrevivió por ser tan pequeña y no poder atestiguar; además, por encontrarse su madre internada no podía ser “eliminada”, es decir, que aunque matase a la niña, Mateo no poseería su fracción de la herencia.
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“Vení a buscarme, así los cuido bien a vos y a las nenas, esto es demasiado para mi. Tommy estuvo aquí el domingo por unos minutos y nunca me dijo ni una palabra acerca de cuándo me puedo ir a casa (…). Besos a vos y a las nenas, y cariños a María Ana.”
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Cabe aclarar que en la carta que Sara escribe desde el hospicio, menciona a “Tommy” quien fuera su médico allí, a Mary Ellen su amiga, y el joven Dr. Pintos es Adolfo (hijo del recordado y destacado Ángel Pintos), quien, irónicamente, fue el encargado de realizar las autopsias a las ocho víctimas.
Catalina Banks, la única de los hermanos que salvó su vida por encontrarse casada y radicada en Buenos Aires, volvió a Azul presentándose como única heredera. Los trámites fueron extensos, pero se concretaron.
Anita Banks no volvió a ver a su madre ni a tener noticias de ella. Al poco tiempo de los crímenes fue adoptada por un matrimonio azuleño y cambió su apellido. Luego, por el acoso periodístico y popular, se trasladaron a Bahía Blanca para intentar borrar el pasado. Años después, Anita contrajo matrimonio y tuvo dos hijos, falleciendo hace aproximadamente diez años.
Sarah Kearney Keena de Banks permaneció recluida en el Hospital Nacional de Alienados “Alejandro Korn” de la localidad de Melchor Romero hasta sus últimos días sin creer nunca en el trágico final que tuvo su familia.
Este artículo gira en torno a dos cartas que se encuentran en la causa penal seguida contra Mateo Banks. Como se dijo, fueron escritas por Sarah Kearney Keena de Banks, esposa de Dionisio Banks y madre de las niñas Cecilia, Sarita y Anita, mientras se encontraba recluida en el hospicio psiquiátrico. La primera carta, breve y redactada en un pobre castellano, está destinada al Jefe de Correo de Parish, Sr. Domingo Giovanetti. La segunda, mucho más extensa, está escrita en inglés, en una única hoja, y va dirigida a Dionisio Banks. Ambas datan del mes de agosto de 1922. Apenas el Sr. Giovanetti entregó el sobre, ambas fueron leídas en el proceso judicial, conmoviendo profundamente a todos los presentes en la sala, inclusive al propio Mateo Banks.
Los archivos de la Hemeroteca de la Biblioteca Popular de Azul “Bartolomé J. Ronco” guardan la triste crónica de los sucesos.
Los autores de este artículo se encuentran profundizando la investigación, agradeciendo la colaboración del Presidente de la Biblioteca, Sr. Enrique C. Rodríguez, como así también a la Dra. Marta A. Piazzi, Jefa del Archivo del Departamento Judicial de Azul, y a la directora del Archivo Histórico Judicial de La Plata, Prof. María del Carmen Helguera quien, tras varios años de encontrarse extraviado, halló el expediente del Caso Banks en 2004, y tuvo la amabilidad de entregarnos una copia digital del mismo, el cual será puesto a la brevedad en custodia del Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” de la Biblioteca Popular de Azul “Bartolomé J. Ronco”.